Los «empresarios-amos», sus cortijos y la crisis

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EL otro día me topé con este titular correspondiente a un excelente artículo de Roberto Centeno: «ESPAÑA NO PUEDE SEGUIR SIENDO EL CORTIJO DE UNA CASTA POLITICA PARASITARIA» y después de su lectura me vino a la mente la reflexión de cómo están  manejando los empresarios esta la crisis en España.

Es cierto que a la fecha, estamos en el camino de alcanzar los 6 millones de parados, es cierto que el déficit presupuestario de este pais lleva un rumbo imparable hacia el desastre, es cierto que los políticos que están ahora en el poder no velan por los intereses del país, sino por los propios de ellos, es cierto que la casta política se ha extendido al estado de las autonomías y originado un sobrecosto excesivo para el bolsillo del ciudadano.

En esta situación, cualquiera debería de pensar que debería haber un contrapunto a tanta incompetencia política y que ese contrapunto lo debería de der el mundo empresarial, presionando por un lado a la casta política para gestionar adecuadamente el país y por otro lado adecuando su modelo de gestión empresarial a los tiempos que corren para ser mas eficientes, eficaces y a la postre: competitivos.

Cuando echamos un vistazo a lo que esté pasando en las empresas, nos encontramos con dos tipo de ellas: las grandes y las Pymes:

Las empresas grandes están gestionadas por consejos de administración que representan la multitud de intereses de sus accionistas, normalmente su gestión traspasa los límites de las costumbres de este país y suele ser relativamente profesionalizada (con las honrosas excepciones de Telefónica y otras que acogen en sus nóminas a influyentes personajes de la vida del país).

Las empresas pequeñas (Pymes) representan un enorme porcentaje del 99,88% del número total de empresas en España, según datos del Ministerio de Indistria, Energía y Turismo, correspondientes a Enero de 2011. En este estudio se considera Pyme a empresas entre 0 y 249 asalariados y su número total era de 3.243.185 a dicha fecha.

La pregunta ahora es cómo estos tres millones y pico de empresas son gestionadas. Cierto es que unas pocas de ellas (normalmente las más grandes) suelen tener cuadrod directivos profesionalizados y el poder de decisión está repartido entre varios accionistas, se realizan auditorías y hay un cierto control de las decisiones por el propio Consejo de Administración y además por los mismos trabajadores representados por los Sindicatos.

Cuando entramos en las empresas más pequeñas, el patrón seguido para su gestión es muy diferente y es similar en muchas de ellas (con sus honrosas excepciones):

  • Los gestores son los «amos».
  • No tienen experiencia contrastada en dirección de negocios, salvo temas anecdóticos en muchos casos.
  • Los negocios que han creado no se basan en la competitividad ni el valor añadido, sino en el amiguismo y prebendas con sus clientes.
  • No se trata al empleado como persona, sino como una maquinaria para producir.
  • No se hacen planes serios de cambio para manejar los efectos de la crisis.
  • No entienden que deben renunciar a parte de sus beneficios.
  • No entienden dónde está el valor añadido en sus colaboradores.
  • Intentan bandear la crisis imponiendo una serie infinita de absurdos pseudo sistemas de control a los empleados, sin aportar valor añadido que sólo sirven para bajar la productividad.
  • No motivan a empleados y colaboradores.
  • Promocionan a los empleados mediocres.
  • Despiden a los empleados más válidos con la excusa que normalmente tienen costos de despido más baratos que aquellos mediocres que llevan años sentados en la poltrona sin trabajar.

Este es el panorama que se está dando en muchas de nuestras empresas, dirigidas por estos «empresarios-amos» que no son capaces de aportar valor añadido a sus empresas, que su ignorancia les lleva a perder la poca competitividad que tenían y que están ayudando a que este país se hunda más y más.

El otro día me sentó mal la comida:  estaba comiendo con uno de estos «empresarios-amos» y me contaba con toda frialdad que iba a despedir a un empleado que es brillante, con un terrible compromiso por la empresa, que trabaja fuera de horas sin rechistar, muy trabajador y querido por los clientes. Este «empresario-amo» no tenía argumento válido alguno para explicarme la elección de dicho empleado frente a otro con características opuestas: la única razon puede ser el importe del finiquito, muy diferente en ambos casos.

No hay derecho que estas decisiones arbitrarias y que nos afectan a la economía de todo el país las tomen estos «empresarios-amos» por muy dueños que sean de sus empresas. Estos errores los paga todo el país en base a mayor número de parados y menor competitividad de las empresas. Alguien debería de obligar a esta gente a contratar profesionales en gestión empresarial y dedicarse ellos al ocio, ahorrando costos al país. Lo contrario sería seguir con la actual situaciíon en la que están manejando sus empresas como cortijos en pleno siglo 21, lo que hará que estas «empresas-cortijo» vayam cayendo una a una como fichas de dominó.

 

 

 


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