Evaluación

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Una vez que se ha producido el aprendizaje, el sistema educativo tiene que ejercer la función de selección del alumnado o, dicho de otra forma, la función evaluadora.

La evaluación es por lo tanto una función importante en sí misma y también como mecanismo de retroalimentación para el sistema educativo. Dicho de otra forma: si la evaluación fuera “justa”, podríamos detectar carencias en el sistema o en el profesor de manera que permitirían su corrección.

Pero la vida es más complicada de lo que parece y la justicia del sistema de evaluación es algo a tener muy en cuenta. Por ejemplo, puede ocurrir que utilizando un sistema de evaluación clásico el profesor que sabe que ha enseñado mal ponga un examen demasiado fácil para provocar y poder justificar las buenas notas de los alumnos. También es lamentablemente frecuente ver a los alumnos estudiando “para aprobar”, que no para aprender (evidentemente en los sistemas clásicos).

Otro aspecto para enfocar la discusión es comparando la estrategia de enseñanza: Por competencias o por objetivos. Cabe pensar que a cada una de estas estrategias corresponde una estrategia de evaluación. A su vez, de forma natural, volvemos al paradigma de la sociedad de la información versus la era predigital de adquisición del conocimiento.

Si el conocimiento no varía sustancialmente a lo largo de los años, un sistema de evaluación clásico y memorístico lamentablemente puede parecer el más adecuado. Es difícil de aceptar y más de explicar, pero vamos a intentarlo con un ejemplo:

Supongamos que nos encontramos en la era predigital y en la materia que estudiamos hay una serie de autores que aportan información de la materia. No es razonable que cada uno de los alumnos acceda a las obras de esos autores, ya que no hay copias de los libros para todos, amén del enorme volumen físico que conllevaría el almacenamiento de los mismos. En estas circunstancias la labor del profesor consiste en ir recolectando a lo largo del tiempo (o de otros profesores que le antecedieron) las frases, teorías o ideas más relevantes y asociarlas al autor. La consecuencia es la de unas pruebas de evaluación en las que normalmente se pide la repetición de las frases o ideas mencionando el nombre del autor (para que parezca que lo han leído y lo entienden) con lo que llevamos a una evaluación memorística ya que el alumno sólo “ve” lo que le han contado y en el contexto en que se lo han contado, estando impedido de valorar y entender por sí mismo los conceptos de la materia. Una forma de evitar esta objeción es la exclusión de las explicaciones de las materias de un número importante de autores y obras de forma que el alumnado tenga mejor acceso a este subconjunto de información que suele ser estable en el tiempo (la típica estrategia de referir ciertas áreas del conocimiento a autores clásicos que murieron hace centenares de años, excluyendo de la enseñanza lo más actual y moderno); esta estrategia de la exclusión nos lleva a una visión incompleta de la materia que no es el objeto del conocimiento y de nuevo nos conduce a la evaluación clásica.

Si miramos el problema de la evaluación desde la perspectiva de la sociedad de la información (era digital) nos encontramos con que el alumno dispone de acceso instantáneo desde cualquier lugar en que se encuentre a una enorme cantidad de información (seguramente mucha más información a la que normalmente tenían acceso real los profesores de la era predigital durante toda su vida profesional) de forma instantánea, además la información disponible cambia continuamente. En estas circunstancias, el objeto del aprendizaje ha cambiado y pasa a estar mas relacionado con la búsqueda y discusión de la información y menos (nada) con la memorización de datos; no tiene ya sentido la prueba de evaluación clásica. Tampoco tiene sentido que el rol del profesor sea el de antaño: ahora el profesor es el facilitador de los caminos para encontrar más y mejor información y el moderador de los foros de debate (ya no es el que mas sabe, ni las cosas hay que decirlas como a él le gustan).

En las anteriores premisas y teniendo adicionalmente en cuenta que el sistema educativo se basa en el desarrollo de competencias, cabe preguntarse acerca del sentido que tiene la evaluación mediante técnicas clásicas y por qué no están en desuso en todos los ámbitos educativos.

  • ¿Están los profesores capacitados y motivados para el uso de nuevas técnicas de enseñanza y de evaluación? Lo cómodo es “seguir como antes”.
  • ¿Se están impartiendo las nuevas técnicas en las Facultades de Ciencias de la Educación? Por vía de ejemplo en este Master el 66% de las asignaturas impartidas por profesores de la Facultad de Educación están utilizando técnicas de evaluación clásica, frente al 16% del resto de asignaturas.

No cabe duda que la Sociedad de la Información y el desarrollo de las competencias nos llevan al cambio de las técnicas de evaluación. De nuevo la pregunta es cuándo y cómo.


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